ALLÍ EN EL DUEY, APENAS QUEDAN RASTROS DEL ASENTAMIENTO HUMANO QUE HUBO
Adriana Peguero
LA CUEVA DEL DUEY, Villa Altagracia, San Cristóbal.- El hedor que expiden los cadáveres es insoportable, pero es peor verlos en estado de descomposición, vigilados por una manada de Lauras que se mueven en una rítmica danza en el aire a espera de que llegue la hora del banquete.
Es que hay cuerpos sobre ramas, troncos y en la arena a la vista de todos.
La pestilencia que despiden algunos montículos sugiere también que en esos puntos quedó atrapado algún habitante de esta comunidad, tal vez arrebatado de su cama a las 1:45 de la mañana del pasado lunes cuando, dicen los sobrevivientes, los ríos Duey y El Arroyón se desbordaron.
Sólo el señor Luis de los Santos, residente en Guananico, perdió a 38 miembros de su familia aquella madrugada, cuando ambos ríos se “abrazaron” y borraron La Cueva del Duey, dejando en el lugar enormes piedras blancas, gigantescos troncos y arena fina.
“Ya enterré a los hermanitos Joel, Joelina y Jolina de León Asencio, así como a Pipí, Mellizo, Mercedes, Seo, Crucita y a Billy, ésta última en la mañana de hoy. Aún no hemos encontrado los cuerpos del resto de la familia, pero seguimos la búsqueda”, dijo.
Allí en el Duey no quedan rastros de asentamiento humano alguno, pues sólo se ve un ancho cauce dividido en varios caños que bajan, casi jugando, como si nada pasara, para descansar en el río Haina.
DesolaciónSe fueron las casas, se fue la carretera, se fue el acueducto Haina- Duey, se fueron las fincas, se fueron las granjas, se fueron los viveros, se fueron las casas de veraneo, se fue el tendido eléctrico, se fueron los puentes, se fue todo, dejando un clima de desolación.
“Ahí no quedó nada. Todo se acabó. Mi esposo y yo salvamos nuestros mellicitos de un mes de nacidos porque los tomamos en los brazos y nos arriesgamos a cruzar el río con el agua más arriba del ombligo.
Corrimos como locos y nos gaviamos en una loma donde amanecimos bajo un intenso aguacero con nuestros bebés prematuros que temblaban de frío”, narró la joven Yahaira Paredes. En ese momento en que tomaron la decisión de lanzarse al río, sólo pensó en las vidas de sus pequeños. No se arrepiente. Fue lo más atinado que pudieron hacer, dijo, porque segundos después de salir de la casa vieron como el río la “cargaba”.
La familia de “El Ciego” no corrió la misma suerte, porque el río se lo llevó junto a su esposa y cinco de sus hijos. Uno, de ocho años, se salvó porque pudo aferrarse de unas ramas y se refugió en una loma hasta que amaneció.
“Nunca pensé que esto ocurriría aquí aunque estos ríos estaban cerca, porque teníamos toda una vida en este lugar sembrando y cosechando.
Veíamos los ríos crecer, pero nunca pasaron de lo que era normal”, comentó el señor Concilio Asencio, quien ayer identificó el cadáver de su esposa Guillermina Muñóz, desnuda y en estado de descomposición sobre unos escombros donde el río la lanzó luego de arrastrarla a más de un kilómetro de donde vivían.
Aunque perdió a su compañera, le da gracias a Dios porque pudo salvar sus hijos, que junto a él se refugian en la escuela básica Felicia Cuesta Díaz, de Básima donde fueron llevadas 233 personas que los organismos de socorro sacaron de La Cueva de El Duey.