DISCURSO DEL PRESIDENTE DR. LEONEL FERNANDEZ SOBRE LA TORMENTA NOEL


Me dirijo a Uds. en esta ocasión para hacer referencia a la gran tragedia que ha representado para el país el paso de la tormenta Noel.

Aunque no afectó todo el territorio nacional, tal vez nunca antes habíamos sentido de manera tan intensa los estragos de un fenómeno de la naturaleza, como ha ocurrido en esta oportunidad.

Diversas familias quedaron directamente perjudicadas. El nivel de angustia, ansiedad y desconsuelo por el que han tenido que atravesar, resulta indescriptible. Su grado de aflicción, desgarrador.

En algunos casos, perdieron la vida ancianos; en otros, el padre, jefe de familia, dejando a la viuda y varios niños a la intemperie, en la orfandad y sin recursos para sostenerse. En otros episodios, fueron mujeres, de distintas edades, las que perecieron, arrastradas por los ríos.

En casos aún más pavorosos, fueron niños, de hasta dos y tres años, quienes fueron desprendidos de los brazos de sus padres para sucumbir bajo las aguas.

En Villa Altagracia, en la Cueva del Duey, Martín Suero, un niño de 12 años, perdió a su padre, a su madre y a sus ocho hermanitos.

Ese niño, imagínense Uds. la desgracia, se ha quedado solo en la vida, aunque, por fortuna, que podríamos calificar como divina, su maestra de escuela, la profesora Catalina Mejía, en un acto de humanismo piadoso, decidió quedarse con él.

Al enterarnos de ese gesto de misericordia, impartimos rápidamente instrucciones para que se le fijase una pensión, y de esa manera garantizarle al niño todo cuanto fuese necesario para su desarrollo físico, intelectual y emocional.

Ese niño, Martín Suero, y su maestra, la profesora Catalina Mejía, se encuentran con nosotros aquí, esta noche, y quisiera que pudiésemos reconocer su presencia.

El paso de la tormenta Noel dejó una estela de desgracias personales imborrables y de tragedias familiares inenarrables. Pero, al mismo tiempo, ese infortunio provocado por la naturaleza permitió al pueblo dominicano actuar unido y poner de relieve sus más nobles sentimientos de compasión, solidaridad y fraternidad.

Aunque fueron diversas las circunstancias en que esas hermosas cualidades quedaron puestas de manifiesto, hay momentos que nunca podrán desaparecer de nuestra memoria.

Uno de esos momentos fue aquel en que Pedro Antonio María Hernández, un destacado miembro de la congregación evangélica de Arenoso, en la provincia Duarte, entregó su vida, mientras intentaba rescatar a varios damnificados en su frágil embarcación.

Está aquí con nosotros su viuda, la señora Santa Ana Jiménez, a quien le expresamos nuestra más profunda condolencia, al tiempo que le indicamos que todo el pueblo dominicano se siente profundamente orgulloso de su esposo, por su valentía, por su arrojo y por su amor al prójimo.

Se encuentra también con nosotros el padre Alfonso del Orbe, de la parroquia del Abanico de Villa Rivas, a quienes todos reconocen en el Bajo Yuna que también puso en peligro hasta su propia vida con tal de servir a los demás, en momentos de desconcierto y desesperanza.

En Bonao, en el barrio Quinto Centenario de Piedra Blanca, el infortunio penetró el hogar de Rafael Marte y su esposa Mónica Quiroz, quienes se percataron, como a la una de la madrugada, que el agua había penetrado su humilde vivienda.

En voz desgarradora, Alberto relató lo acontecido al periodista del Listín Diario, Yoni Cruz, quien lo recogió en los siguientes términos:

“Lo primero que atiné fue tomar mis hijos para sacarlos de la casa. El agua ya me daba en la rodilla. Salí de la casa, pero cuando salí ya no había para donde coger; el agua me daba en el cuello. Subí a mis tres hijos y mi esposa al techo de la casa. Pero el agua también subió allí, y empezó a pasar basura y troncos de árboles.

“Apartábamos la basura para que no nos arrastrara. Pero un tronco de jabilla con espinas nos dio y nos arrastró. Yo me hundí con las dos niñas, y mi esposa agarró al niño. No pude sostener a las dos niñas. Solté una y saqué a la otra. Volví para sacar a la otra y la puse a salvo. Pero a mi esposa se le soltó el niño y se desmayó. En eso no sé cómo, pero la niña más grande también desapareció. Logramos subir en un árbol, y allí amanecimos, casi desnudos, mi esposa, mi hija de cuatro años y yo.”

No puede haber escena de mayor angustia y pesar. Pero queremos decirle a la familia Marte, a Alberto, a Mónica y a su niña, Ashley, que ellos no están solos, que no lo estarán jamás. Que ellos pueden contar con el apoyo moral y material, con la solidaridad, siempre, del Gobierno y del pueblo dominicano.

Como consecuencia de la tormenta Noel, nuestro pueblo se ha sumido en el dolor, el llanto y la tristeza. Pero es en medio de ese abatimiento y de esa amargura de donde tenemos que sacar la fuerza, la templanza y la energía para superar todo el malestar de que hemos sido objeto y continuar avanzando con firmeza en la construcción de un futuro más venturoso.

Como resultado del fenómeno atmosférico, las áreas más afectadas fueron las provincias y comunidades de San Cristóbal, la Cueva del Duey, en Villa Altagracia, San José de Ocoa, Baní, Azua, Barahona, Bahoruco, Neyba, San Juan de la Maguana, Bonao, en Monseñor Nouel, Cotuí, en Sánchez Ramírez, La Vega, la zona del Bajo Yuna, en la provincia Duarte, Salcedo, Nagua, Monte Plata y el área del Bajo Yaque del Norte, en Mao.

En el Distrito Nacional y en la provincia de Santo Domingo, fueron igualmente perjudicados los sectores de Gualey, Guachupita, La Zurza, Las Cañitas, La Ciénaga, Los Minas, La Barquita, Sabana Perdida, Herrera, Manoguayabo, Los Guaricanos, La Victoria, El Tamarindo, El Bonito, Cancino y Cancino Adentro.

De conformidad con los datos que me han sido proporcionados por la Comisión Nacional de Emergencia, como consecuencia directa de la tormenta Noel, fallecieron 85 personas y se registran 48 desaparecidos.

Setenta y seis mil personas fueron colocadas en calidad de refugiados y desplazados y actualmente se encuentran en albergues, 14 mil 340 personas, luego de que se calculasen 27 mil en el momento de mayor auge.

El número de viviendas afectadas es de 19 mil 688, de las cuales 16 mil 503 son reparables, pero hay 3 mil 185 que fueron completamente destruidas.

Por otra parte, 290 centros educativos fueron impactados por la tormenta tropical, lo que representa 2 mil 237 aulas. De esos centros, 54 aún permanecen ocupados por damnificados.

En adición, 235 centros educativos requieren la sustitución o reparación del mobiliario escolar, limpieza y fumigación; y cerca de 50 mil estudiantes perdieron sus libros de texto, uniformes, calzado, mochilas y útiles escolares.

De igual forma, 155 acueductos quedaron fuera de servicio, unos por problemas de energía eléctrica, otros por haber sido dañados en su obra de toma, y otros todavía, por haber sido afectados en la línea de conducción.

Daños inmensos fueron ocasionados a la infraestructura de riego, presas y cauces de los ríos del país, a través de los canales, sistemas de drenaje, diques, reservorios, obras de toma, sistemas de bombeo, bermas y caminos de acceso.

Las centrales hidroeléctricas de Jiguey, Aguacate, Valdesia y Río Blanco, quedaron inicialmente incomunicadas, al ser afectados los caminos de acceso.

Gracias a los esfuerzos del personal de la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD), y de la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE), el abastecimiento de agua a la población de la provincia de Santo Domingo y del Distrito Nacional hoy se encuentra recuperado en un 95 por ciento.

En estos momentos, la Capital cuenta con 362 millones de galones de agua al día, a través de todas las fuentes de suministro que administra la CAASD, con excepción de los sistemas de Isa-Mana, Buey-Guananitos y Galería-Las Caobas.

Por su lado, la agricultura y la pecuaria fueron diezmadas en la mayor parte del territorio nacional.

En Barahona y Bahoruco, los cultivos de plátano y guineo sufrieron daños de hasta un 95 por ciento. En Azua, además de plátanos y guineos, también quedó afectada la cebolla, en un 85 por ciento, y el tomate industrial, en un 95 por ciento.

En San Juan de la Maguana, las áreas de arroz pendientes de cosecha, así como las de habichuelas, sufrieron daños de gran consideración; y de igual manera aconteció en las áreas de la Dirección Regional Central y Norcentral, donde así como fue afectada también la producción de plátanos y arroz, resultó severamente castigada la siembra de yuca y vegetales orientales.

En la pecuaria, entre ocho mil y nueve mil cabezas de ganado de carne perecieron, arrastradas por las aguas generadas por las inundaciones.

En materia de infraestructuras, 43 puentes fueron dañados y 31 carreteras impactadas, dejando aisladas cerca de 150 comunidades.

En resumen, como pueden Uds. apreciar, el paso de la tormenta Noel por nuestro territorio, ha representado una verdadera catástrofe nacional, en pérdidas de vidas, daños a la producción, a la propiedad y a las infraestructuras.

Ahora, de lo que se trata es de levantarnos de esta situación de tragedia, de sobreponernos a nuestra aflicción, y de volver a enfrentar los retos de la vida con ilusión y determinación.

Ese debe ser el compromiso de todos, de todos como país, de los que están aquí y de aquellos que nos siguen a través de los medios de comunicación, pues estamos en la obligación moral de devolverles la esperanza a las familias desamparadas.

Para ello, se impone el lanzamiento de un Plan Nacional de Recuperación, para lo cual el Gobierno está identificando fuentes de recursos, tanto en el plano interno como externo, que le permitan disponer, en lo inmediato, de 8 mil millones de pesos, para hacer frente, con eficacia, a los destrozos causados por la tormenta tropical.

Con esos recursos el Gobierno se propone, como medida prioritaria, iniciar un proceso masivo de reparación y construcción de viviendas dignas en beneficio de los damnificados.

De igual manera, a través de las secretarías de Educación y Obras Públicas, como por medio de INAPA, el INDHRI y la CAASD, el Gobierno se propone acelerar la construcción y reparación de escuelas, puentes, carreteras, caminos vecinales, canales de riego, acueductos y sistemas eléctricos, dañados por el paso del fenómeno atmosférico.

Con esos recursos, en fin, el Gobierno tiene como finalidad ir en auxilio del sector agropecuario, para lo cual empezaríamos por solicitar a las autoridades del Banco Agrícola declarar una moratoria de seis meses en el pago de los intereses de los medianos y pequeños productores cuyas cosechas fueron dañadas por la tormenta tropical Noel.

Iniciaremos un plan de capitalización del Banco Agrícola por un monto ascendente a 1 mil 200 millones de pesos, el cual será usado para el refinanciamiento de los agricultores que fueron afectados, así como para el inicio de nuevas cosechas, las cuales nos permitirán garantizar la seguridad alimenticia del pueblo dominicano.

En ese mismo tenor, estamos impartiendo instrucciones al Secretario de Estado de Hacienda, para que solicite al Director General de Impuestos Internos, dentro de las facultades que otorga el Código Tributario, emitir una disposición que exima o libere del pago de los anticipos del Impuesto Sobre la Renta pendientes de pago, a los contribuyentes cuyas instalaciones productivas estén ubicadas en las zonas afectadas por la Tormenta Noel, con el objeto de facilitar la rápida recuperación de esos negocios.

En lo que atañe a la ayuda o cooperación nacional o internacional recibida, en especie, le he solicitado al Secretario Administrativo de la Presidencia, de que a través de la Secretaría de Estado de las Fuerzas Armadas, integre, si así lo desean, en la distribución de esas ayudas, a la Iglesia Católica, a las demás iglesias cristianas y a las distintas instituciones representantes de la sociedad civil.

Finalmente, estamos solicitando a la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales, así como al Consejo Nacional de Asuntos Urbanos (CONAU), diseñar el plan de acción que permita poner en ejecución el artículo 109 de la Ley 64-00, que prohíbe la formación de asentamientos humanos en los lechos, cauces de ríos, zonas expuestas a variaciones marinas, terrenos inundables, pantanosos o de relleno, cerca de zonas industriales, basureros, vertederos municipales, depósitos o instalaciones de sustancias peligrosos, bases militares, lugares donde existan probabilidades ciertas de la ocurrencia de desbordamiento de aguadas, deslizamiento de tierra y cualquier condición que constituya peligro para la vida y la propiedad de las personas.

El cumplimiento de esa disposición será fundamental para mitigar en el futuro los efectos que los fenómenos atmosféricos podrían tener sobre nuestro país y el resto del planeta, pues debido al calentamiento global y al cambio climático, ya comprobado por la ciencia, esos fenómenos serán cada vez más frecuentes y más intensos.

En los días que acaban de transcurrir, las lluvias torrenciales, las inundaciones, los derrumbes, la furia de los vientos y la fuerza de la naturaleza, desatados por la tormenta Noel, pusieron a prueba, una vez más, la capacidad de supervivencia, de sacrificio y de abnegación de la sociedad dominicana.

Con la bondad infinita de Dios, el Todopoderoso, hemos ido superando los momentos más aciagos. Con su bendición y protección, volveremos a ser un pueblo emprendedor, alegre y optimista.

¡Que Dios bendiga al pueblo dominicano!