Esta reflexión, aunque no es de mi autoría quise compartirlo contigo, ya que me dejo muchas enseñanzas. Espero que tú tambien le saque muy buen provecho como ya lo hice.
El primer día de clase, la maestra Julia les dijo a sus alumnos de quinto grado, que ella siempre trataba a todos por igual, que no tenia preferencia ni tampoco maltrataba o despreciaba a nadie.
Muy pronto comprendió lo difícil que le iba a resultar cumplir sus palabras. Había tenido alumnos difíciles, pero nadie como Joselito. Llegaba al colegio sucio, no hacia las tareas, se la pasaba molestando o dormitando, era un verdadero dolor de cabeza.
Un día no aguantó ya mas y se dirigió a la dirección:
- yo no soy maestra para soportar la impertinencia de un niño malcriado. Me niego a aceptarlo por mas tiempo en mi salón.
Estamos ya saliendo de vacaciones de navidad y espero no verlo ya cuando volvamos en Enero.
La directora le escucho con atención, y sin decirle nada, se paro, reviso en los archivos y puso en mano de Julia el libro de vida de Joselito.
La maestra empezó a leerlo por deber, sin convicción. Pronto, sin embargo, la lectura le fue arrugando el corazón.
La maestra de primer grado había escrito: “Joselito es un niño muy brillante y amigable. Siempre tiene una sonrisa en los labios y todos le quieren mucho. Entrega sus trabajos a tiempo, es muy inteligente y aplicado. Es un placer tenerlo en mi clase”.
La maestra de segundo grado: “Joselito es un alumno ejemplar, muy popular con sus compañeros, pero últimamente se encuentra triste, porque su mamá padece de una enfermedad incurable”.
La maestra de tercer grado: “ La muerte de su mamá ha sido un golpe insoportable. Ha perdido el interés en todo y se la pasa llorando. Su papá no se esfuerza en ayudarlo parece muy violento. Creo que lo golpea”.
La maestra de cuarto grado: “ Joselito no demuestra interés alguno en clase. Vive cohibido y, cuando intento ayudarle y preguntarle que le pasa, se encierra en un mutismo desesperanzador. No tiene amigos y cada vez vive mas aislado y triste”.
Tras leer estos informes, la maestra Julia se sintió culpable y avergonzada de haber juzgado tan negativamente a Joselito sin intentar siquiera averiguar las razones de su conducta. Y se juro que iba hacer todo lo posible por ayudarlo.
Por ser el ultimo día de clases antes de las navidades, todos los alumnos le llevaron a la maestra Julia unos hermosos regalos envueltos en finos y coloridos papeles. También Joselito llevo el suyo envuelto en una bolsa de abasto.
Julia fue abriendo los regalos de sus alumnos y cuando mostró el de Joselito, todos los compañeros se echaron a reír al ver sus contenidos: un viejo brazalete al que le faltaban algunas piedras y un frasco de perfume casi vacío.
Para cortar por lo sano las risas de los alumnos, Julia se puso con gusto el brazalete y se echo unas gotas de perfume en cada una de sus muñecas. Ese día, Joselito se quedo de ultimo en el salón y le dijo a su maestra: “Maestra Julia, hoy usted huele como mi mamá”.
Esa tarde, solo en la sala de su casa , Julia lloro un largo rato. Y decidió que, en adelante, no solo iba a enseñar a sus alumnos lecturas, escrituras, matemáticas, sino sobre todo, que los iba a querer y le iba a educar el corazón.
Cuando se reincorporaron las clases en Enero, Julia llego con el brazalete de la mamá de Joselito y con unas gotas de su perfume.
La sonrisa de Joselito fue toda una declaración de cariño, Julia fue fructificando en una cosecha creciente de aplicación y cambio de conducta de Joselito.
Poco a poco, fue volviendo hacer aquel niño aplicado y trabajador de sus primeros años de escuela. Al final del curso, a Julia le costaba cumplir sus palabras de que, para ella, todos los alumnos eran iguales, pues sentía una evidente predilección por Joselito.
Pasaron los años, Joselito se fue a continuar sus estudios en un liceo y Julia perdió contacto con él.
Un día recibió una carta del Doctor José Altamira, en la que le comunicaba que había terminado con éxito sus estudios de medicina y que estaba a punto de casarse con una muchacha que había conocido en la universidad.
En la carta le invitaba a la boda y le rogaba que fuera su madrina de matrimonio.
En el día de la boda, Julia volvió a ponerse el viejo brazalete y el perfume de la mamá de Joselito.
Cuando se encontraron, se abrazaron muy fuerte y el Doctor Altamira le dijo al oído: “ Todo se lo debo a usted, maestra Julia. Usted con su cariño lleno el vacío de mi corazón y me salvo la vida”.
Maestra Julia, con lagrimas en los ojos, le respondió: “No, Joselito la cosa sucedió al revés: fuiste tú quien me salvaste a mi. Y me enseñaste a mi. Me enseñaste la lección mas importante de la vida, que ningún profesor había sido capaz de enseñarme en la universidad: me enseñaste a ser maestra”.