Por: Dalkiry Rodríguez Espinal
Compartir con los demás las cosas útil que tu aprendes es muy bueno, ya que si te dejó algunas enseñanzas puede de que a quien se interese en leerlo también pueda adquirir nuevos conocimientos o que le sea fructífero.
Una noche estaba leyendo un libro titulado “Vitaminas Diarias para el Espíritu” y cuando leí este cuento para mi fue de mucho aprendizaje, es por eso que lo quiero compartir contigo, es de autoría anónima.
Siempre estuve seguro de que me había tocado la mamá más mala del mundo. Desde que era muy pequeña , me obligaba a desayunar o a tomar algo por la mañana.
Antes de ir a la escuela, por lo menos debía de tomar leche, mientras de que otras madres no se preocupaban de eso. Me hacia un sándwich o me daba una fruta, cuando los demás niños podían comprar papitas y comer otras cosas ricas. Como me molestaba eso!! Y también sus palabras “Come, anda, no dejes sin terminar, acaba, hazlo bien, vuelve hacerlo”.
Y siempre violo las reglas de poner a trabajar a los menores de edad, y me obligaba a tender la cama, ayudar en la preparación de la comida y hacer algunos mandatos. El mas horrible era ir por las tortillas con ese calor y las largas filas. Cuanto trabajo!!.
Fui creciendo y mi mamá se metía en todo: “¿Quiénes son tus amigas?, ¿Quiénes son sus mamás?, ¿Dónde viven?…” . Lo peor fue cuando empecé a tener amigos. Mientras las otras amigas los podían ver a escondidas, yo los tenia que pasar a la sala y presentarlos. Era el colmo!! Y el interrogativo de costumbre: “¿Cómo te llamas?, ¿Dónde vives?, ¿Qué estudias?, ¿Trabajas?…”
Los quehaceres fueron en aumento … que barre, que arregle el closet, todo eso era enfadosísimo. Los años también pasaron. Me case e inicie una nueva familia. Ahora soy madre también, y ahora me acerque a Dios con gran satisfacción a darle gracias por mi mamá.
Gracias con el cuidado que tuvo con mis alimentos crecí sana y fuerte, y cuando llegué a enfermarme me cuido con mucho cariño. Gracias a la atención que puso en mis tareas logre terminar mi carrera. Gracias a que me enseño hacer labores en la casa ahora tengo mi hogar limpio y ordenado y sé administrar mi hogar. Gracias al cuidado que puso para que yo escogiera mis amigas aun conservo algunas, que son un verdadero tesoro.
Gracias a que conoció mis amigos, pude darme cuenta de quien era el mejor y ahora es mi esposo. “Gracias, Señor”, le dije desde el fondo de mi corazón, “por darme a mi mamá, a mi mamá querida, a quien solo le vi defectos y no cualidades, a esa mamá, que me ha amado tanto y me formó tan bien. Sólo te pido, Señor, que ahora que tengo mis hijos, me consideren la mamá más mala del mundo”.
Espero que le saque buen provecho a esta historia que terminaste de leer de la mamá mas mala del mundo, que en realidad es la mas buena que ha existido. “Recuerda cuida siempre a tu madre, ámala, respétala, sed obediente y Dios tendrá guardado un tesoro para ti”